El capitalismo, como lo hizo en otros momentos, está sembrado “huevos de serpiente” para desviar la lucha de clases confundiendo al enemigo.

Según diversos estudios psicológicos, la xenofobia, por lo general, se manifiesta a través de acciones discriminatorias y el odio a los extranjeros; se desata la intolerancia y la aversión contra los que vienen de otros países o de diferentes culturas, lo que provoca reacciones y manifestaciones de indiferencia, rechazo, desprecio y por supuesto amenazas y agresiones de los xenófobos, que han llegado hasta el asesinato.

Se sabe sin embargo, que no todas las formas de discriminación contra las minorías étnicas y las diferentes culturas, subculturas o creencias, pueden considerarse xenófobas. La ideología, los intereses económicos del capitalismo, normalmente siempre están por medio. El capital manipula a los grupos de extrema derecha, e invierte en estos, para desviar la atención de las verdaderas razones que provocan la inmigración.

Aunque muchos estudios sobre la xenofobia, la achacan al miedo a lo desconocido; no obstante en mi opinión, eso hoy, ya no tiene ningún sentido, porque ya no hay a penas nada desconocido. Sabemos que existen seres humanos por todo el planeta y también los conocemos porque, además de estar entre nosotros, la tecnología audio visual, nos los muestra a diario. Se nos ha ilustrado de las riquezas que se “escapan” a sus pueblos y a sus gentes y sobre todo de la pobreza que les inunda y ahoga. Quienes tenemos conciencia social, los conocemos como seres humanos, exactamente igual a nosotros, sólo que, con costumbres, creencias, culturas y colores de piel diferentes. Son gentes que tienen familias y amigos, que cantan y bailan, que ríen y lloran, y que transitan con tantas y tantas otras cosas como lo hacen todos los seres humanos.

Por eso, si bien en otras épocas remotas, podía tener algún sentido ese sentimiento de miedo al desconocido, al extranjero, hoy (insisto), ya no tiene razón de ser. Ahora bien, en un planeta globalizado e interrelacionado, ¿por qué siguen aflorando esos sentimientos de racismo, de odio y agresión a los extranjeros? Pues muy sencillo, porque si bien hemos avanzado en tecnología, en ciencia y en comunicación, no ha sido de este mismo modo, en los avances en cultura y en humanidades. Y esto ha sucedido, porque hay una clase social poderosa, insolidaria y criminal, que lo ha evitado, mientras que por el contrario ha continuado ahondando en la ignorancia de las masas trabajadoras y clases medias. Con los pueblos brutalmente alienados, es sencillo dividirlos y enfrentarlos. Es fácil fabricar miseria y provocar que entre míseros se despedacen.

De modo que, la existencia de xenofobia y racismo, en estos tiempos, sólo es un siniestro engaño; es la mala baba de los que tienen el poder y el dinero dedicándose a fomentar la insolidaridad, la división y la confrontación entre la gente que explotan. Para ello, utilizan a sicarios muy bien pagados y a pandillas de ignorantes: parados, despojados de todo, víctimas del sistema de mercado competitivo, a las que lava el cerebro para que estén dispuestas a dar palos a gente humilde y a personas que denunciamos y luchamos contra toda esa casta corrupta, multimillonaria y fascista, que es la principal culpable de todos los males que aquejan a la humanidad.

La xenofobia y el racismo se fomenta fácilmente entre los pobres, porque en el fondo, lo que nos asusta, lo que odiamos, es nuestra propia pobreza y explotación, vista hacía fuera, contemplada en los otros, en gente que aún es más desgraciada que nosotros mismos. En este sentido, hablando de extranjeros, ¿A caso no son nuestros ídolos los Messi, los Zidane, los ronaldiños, etc.? Si Messi trabajara de carretillero en una carbonera; si Zidane hubiera sido un currela haciendo pasta en una hormigonera; si Ronaldiño se hubiera dedicado a vender bisutería en el top-manta y por los bares (hagamos extensivo el ejemplo a tantos otros deportistas de élite), ¿serían admirados, serían nuestros ídolos y les pediríamos autógrafos?: ¡claro que no!

Hemos de tener siempre presente que hay lucha de clases, y que el arma más potente que tiene, la clase antagónica, contra nuestra clase, es conseguir nuestra división por medio de hacernos ignorantes, a través de sus potentes medios de desinformación y alienación. El más efectivo es la televisión.

De modo que, aunque insistan en hablarnos de estados democráticos, por mucho que nos lo expliquen y pinten de mil maneras; la realidad es, que estamos gobernados por dictaduras capitalistas. Por eso se entiende que, en un mundo en el que sobra absolutamente de todo, estemos pasando necesidades, y se esté sometiendo a mucha gente, a estar mal alimentada y mal atendida; (incluso en estas zonas donde se desborda la abundancia), siendo mucho más grave lo que ocurre, como sabemos, en otras partes de la tierra.